El trueno cae y se queda entre las hojas

lunes, 20 de diciembre de 2010

PINOCHO EN INTERNET

Internet se ha convertido en una herramienta informativa poderosa e imprescindible para el amante del descubrimiento por sorpresa, sobre todo desde que se extendió el uso de buscadores como el potente Google. Tecleamos Star Wars en el recuadrito y nos sale un millón de enlaces con todo tipo de páginas, desde la oficial de las películas de la saga contándonos lo que ya sabemos, hasta la correspondiente a una versión pornográfica con la reina Padmé Amidala como contorsionada protagonista. Es excitante encontrar páginas webs con la suficiente información necesaria para preparar un trabajo en el cole o en la universidad y así aprobar con buena nota… porque el profesor conoce como mucho la entrada de la enciclopedia Encarta, pero a ver cómo va a encontrar una web que aparece en la página ciento treinta de una pantalla de Google donde me dirá que el valenciano ilustrado Juan Andrés nació en Planes (Alicante).
Internet es un instrumento de consulta que nos ayuda muchísimo en nuestras tareas. Incluso cuando no sabemos qué platos cocinar para una buena cena o para hallar nuestra media naranja perfecta. Es más fácil encontrar un dato en la red que en una enciclopedia, sin duda. Por eso lo usan los investigadores y estudiosos también, y desde el mundo universitario se están creando bases de datos y bibliotecas virtuales con manuscritos insólitos, fichas de obras teatrales de un autor, textos y cinematografías de países recónditos y exóticos perdidos en el limbo, ahora que según el Vaticano dejó de existir, y olvidados por nuestras instituciones culturales, dado que éstas se están dedicando a cuadrar cuentas para regocijo de los mercados, y antes se dedicaron al negocio de la construcción de edificios a mantener en el futuro con un presupuesto inexistente. Nadie que esté en su sano juicio debe demonizar el progreso democrático para el conocimiento que representa Internet, y la revolución que ha generado en nuestras costumbres.
Pero no se debe sacralizar estos espacios democráticos populares: vamos, convertirlos en dioses infalibles e incuestionables. En Internet cualquiera puede “colgar” lo que sea: ello convierte a la red en un vehículo expresivo popular, lo cual es positivo pero también negativo en ocasiones. Si en los romances orales de la Edad Media se exageraban las hazañas del Cid y de Carlomagno para resaltar su valor y su poder, hoy en día podemos contar lo que queramos en cualquier ventana abierta “internáutica” y más con la proliferación del blog, algo que no sabemos si leerá alguna persona más que el propio autor. Y no hablo del tío que exhibe a su esposa como Dios la trajo al mundo para ver si así se gana unos durillos extras, o el gracioso que introduce el vídeo de su perro meándose en el pantalón de un guardia. O fotografías cómicas de nuestros políticos y sus vergüenzas, o parodias de organismos serios, o ridiculizaciones de personajes públicos. También hay que loar el ingenio de algunas personas que deben tener mucho tiempo libre para confeccionar archivos extraordinarios. O esos mantras que hay que enviar a diez amigos para que nos toque la quiniela y cambie el signo de nuestra vida. Hablo de algo peor como es la glorificación y la folclorización de la mentira y del autoengaño, fenómenos donde Internet vence por goleada a los surrealistas telediarios gubernamentales y de lobbies mediáticos y a las salsas rosas y cotilleos interesados.
Te cuento como ejemplo un caso verdadero, amigo lector. Hace unos años, un profesor me trasladó un e-mail de otra docente ávida de saber en qué libro se había publicado un poema del autor chileno Pablo Neruda hallado en Internet, cuyos primeros versos dicen: “Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar”. Emprendo la búsqueda porque no conocía el texto a pesar de haber leído toda la obra completa de este Premio Nobel de Literatura en 1971, haber dictado una conferencia sobre “Los versos del capitán”, el mejor libro de Neruda a mi juicio, y de haber participado en algún que otro congreso sobre su figura.
Anoté en Google los primeros versos y me aparecieron sesenta páginas con el poema íntegro firmado siempre por Pablo Neruda. En principio, la generalización de su autoría no debería despertar sospechas sobre su autenticidad. En este mundo donde vivimos la veracidad se gana por mayoría democrática, no porque el hecho analizado sea real, como bien saben los publicistas. A esta mayoría se le añade la ley de la repetición y la verdad queda certificada. Sin embargo, miro en los índices de títulos y de primeros versos de sus obras completas y no aparecen estos versos, ni siquiera expresados de forma semejante. Y además, un especialista en Literatura Hispanoamericana debe conocer el léxico empleado por un autor. Ante este poema atribuido al maestro chileno, uno descubre inmediatamente que el estilo empleado no de los más nerudiano que digamos: los versos están plagados de relativos, gerundios, frases sólo utilizadas en España (un chileno como Neruda nunca diría "los puntos sobre las íes") y una precisión de conceptos muy inocente, lo que no era precisamente nuestro autor. Hay un verso que despierta la desconfianza absoluta en la autoría nerudiana: “Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú”. El poeta chileno no vio apenas la televisión a lo largo de su vida. Además, murió en 1973, con lo que se supone que el poema se escribió antes de ese año; y en aquellos tiempos la televisión en blanco y negro no había alcanzado la función manipuladora y de púlpito que posee en la actualidad, con lo que era casi imposible que Neruda la tildara como gurú. En el poema colgado en Internet aparece un verso con los términos “Ardiente paciencia”, el título verdadero de la novela de Antonio Skármeta en que se inspira la película “El cartero de Neruda", y es extraño que este novelista no incluyera este verso entre los leídos por el cartero Mario cuando es el título de la novela y cuando uno conoce el carácter de su prosa, tan aficionada a juegos con frases hechas. Demasiadas discrepancias con la trayectoria lírica del poeta chileno como para no sospechar acerca de la veracidad de su autoría.
Enlazando webmasters de páginas del poema unánimemente atribuido a Neruda, llegué hasta un vizcaíno de Portugalete llamado Alfredo Cuervo Barrero. Me puse en marcha buscando la fuente original y resultó ser que un individuo introdujo el poema en la red el 23 de julio de 2001 en la página www.deusto.com atribuyéndoselo a uno de los más grandiosos poetas de todos los tiempos. Alfredo Cuervo, el verdadero creador, era en ese momento un autor desconocido sin libros editados pero con una página web propia. De esa manera, el bromista que lo introdujo, sabedor de la carencia de protección sobre derechos de autor existente en la red, se debe haber reído de todos los inocentes creyentes en la autoría nerudiana durante todo este primer lustro del siglo XXI. No me queda más remedio que felicitarle por su juego y por su habilidad para engañar a media humanidad, incluido algún conocido hispanoamericanista que ha caído en su trampa, demostrando el estado de nuestras universidades y el “magnífico” presente de nuestra enseñanza. Los versos “de Neruda” son un fragmento de un poema titulado en realidad “Queda Prohibido”, inscrito en el registro de Propiedad Intelectual de Vizcaya a nombre de Alfredo Cuervo Barrero (Número de inscripción BI -13- 03). Afortunadamente, la Fundación Pablo Neruda ha ratificado recientemente que el poema no es del autor chileno gracias a nuestras investigaciones.
Pero resulta que esta Navidad del incierto 2010 recibo otra felicitación nerudiana. Los dos primeros versos del poema dicen: “Queda prohibido llorar sin aprender, / levantarte un día sin saber que hacer (sic), / tener miedo a tus recuerdos…”. Es obvio que no es la estética nerudiana, falta de ortografía al margen. Nada más hay que leerlo para adivinar sin consultar que es de la misma autoría que el “Muere lentamente”. Y así procedí a certificarlo.
No estamos a salvo de las trampas internáuticas. Podemos ganar miles de euros en el casino o bajarnos el vídeo de un cornudo despechado que, en venganza, ha filmado a su ex­-novia mientras se la pegaba con su mejor amigo con el envío de un SMS. Y lo que nos divierte saber que algún inocente se descarga Piratas del Caribe y el resultado es que ha bajado en realidad Piratas XXX, por obra de la broma de un desconocido que le ha cambiado el título pornográfico por el de la película protagonizada por Johnny Deep. Fíjate qué cara se le queda a uno cuando en lugar del gesticulante actor luchando con Orlando Bloom le salen unas bucaneras que se montan la gran bacanal como Afrodita y sus hetairas secuaces. ¡Mira, hijo, te he bajado una película de piratas que te gustará y es muy divertida, vamos a ponerla en el DVD!
Este es un ejemplo de los peligros de Internet. No es solamente el exceso de pornografía al alcance de los menores o el que los jóvenes se evadan de la realidad hasta confundirla con la virtualidad emanada del chateo o de la red social de moda. La policía puede intervenir una página delictiva con una orden judicial; y allá cada uno, que haga con su vida lo que quiera, pero prefiero el placer de la carne real a la que puede proyectarme la imaginación. Sin embargo, ¿quién puede eliminar las mentiras y trampas que circulan por la red de redes? Con el tiempo, un alumno escribirá la biografía de Neruda e incluirá estos poemas, y a lo mejor añade alguna ocurrencia de Pocoyo atribuyéndola a Cervantes. Puede ser que el maestro del cole le dé por bueno el trabajo, dada la competencia cultural existente y la legislación educativa vigente con su servidumbre a los mercados y no a la sabiduría y la ciencia, le ponga una matrícula de honor y el poema se incluya en las obras completas del autor. El problema de Internet es que lo hemos convertido en un notario que certifica la veracidad de un dato o de una circunstancia, cuando es precisamente un desastre cajón de sastre donde cualquier engañifa es posible y cualquier disparate es hecho científicamente demostrado por el mero hecho de estar en Internet.
Los fanatismos e idolatrías producen disparates como éste. Y a una sociedad tan inocente e inexperta culturalmente como la nuestra, tan aficionada a fiarse de los enormes estudios del tendero metido a filólogo y a historiador (su oficio es tan respetable como los otros dos pero cada uno ha de sentar cátedra sólo en la materia de la que entienden), no le beneficia precisamente el que no sea capaz de distinguir entre lo fiable, lo cuestionable y lo falso. De ahí que el engaño acabe convertido en autoengaño, y que la broma o la simple anécdota se conviertan en ciencia.
Pruebe difundiendo el rumor de la dimisión del presidente del gobierno de su país. Ya comprobará el resultado.
J. Vicente Peiró

2 comentarios:

  1. Lo siento,pero Pinocho también es off-line.Discrepo del pánico generado en torno a internet.
    Un saludo

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  2. Un detalle sobre: "Nada más hay que leerlo para adivinar sin consultar que es de la misma autoría que el “Muere lentamente"; el autor de Queda Prohibido es Alfredo Cuervo Barrero, la autora de Muere Lentamente es Martha Medeiros.

    Un saludo y… a veces hay que consultar.

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