El trueno cae y se queda entre las hojas

jueves, 7 de junio de 2012

Relato de Miguel Ángel Vara sobre Manolo Preciado.


EL REENCUENTRO

No era la mejor época para saborear ese paisaje, pero a Manolo le encantaba mirar la playa vacía y el mar revuelto. Lo había visto muchos días y paseado con su perro por una estampa similar sólo unos kilómetros más al norte, cuando vivía en Port Saplaya. El recuerdo era muy próximo, pero echó cálculos mentales y hacía ya catorce años de todo aquello. Valencia le encantaba y no pudo evitar suspirar internamente por lo que pudo haber sido y no fue. El Levante era su espina clavada, ahí se había sentido como en casa una vez le había tocado salir de la suya en Santander, pero no pudo ni estar un año. Fue una salida para mejor porque después, su carrera había ido a más y el club granota a menos. Pero daba igual, para Manolo Preciado hablar del Levante era hablar de uno de los años más felices de su vida y eso que luego había cosechado éxitos en el Sporting, el Deportivo o el Atlético de Madrid, con el que ganó su único título, una Copa del Rey que daba lustre a su palmarés. Pero el Levante era el Levante.

El ahora técnico del Racing de Santander, donde había vuelto por tercera vez, se encontraba aquel 10 de diciembre en el cómodo reservado del Balneario de las Arenas viendo chispear y recordando sus mejores momentos junto a los Sandro, Rivera, Reggi, Jofre, Tito o Aganzo en aquella temporada en la que la vida le devolvió parte de la alegría que le había arrancado cuando se dio cuenta de que estaba nervioso. Lo estaba desde que el jueves había recibido una llamada inesperada. La joven se identificó como la nieta de Pedro Villarroel y le explicó que su abuelo quería pasar a verlo, hablar con él el sábado aprovechando su visita a Valencia para disputar el partido de Liga del domingo.
Al principio le costó creerse la situación, después se extrañó tanto que se quedó sin saber qué decir, justo él que siempre tenía respuesta para todo y que destacaba por sus rápidas reacciones y su ingenio. Le vino justo asentir y balbucear tres respuestas afirmativas y señalar las 10:30 como la hora señalada para la cita. Después de desayunar con el equipo, el técnico tenía un buen rato hasta la sesión de vídeo para atender a su ex presidente. Por una vez se saltaría el paseo con los jugadores programado a las 12 y así dilataría más el encuentro. Eso siempre y cuando fuera por los cauces que él esperaba, aunque no sabía bien qué esperar de aquella cita. Por si acaso, había avisado a su segundo para que, a las 11:50 entrase en la habitación y le recordase que tenían paseo con el grupo. Si el encuentro no era lo esperado, Manolo tenía coartada para ponerle fin. Si era positivo, no iría a estirar las piernas y seguiría con la reunión, esa reunión que había ocupado su mente mucho más que el partido que esa noche tenía que jugar en Mestalla contra el Valencia de Oltra.
“Oltra”, dijo en voz baja mientras se le escapaba una sonrisa. El bueno de José Luis había corrido la misma suerte que él en su etapa azulgrana. ¿Habría ido también Pedro a hablar con José Luis? ¿Para qué diablos querría verle? Era la pregunta que más se había hecho en las últimas 48 horas. Era la pregunta que podía resolver muchas otras cuestiones que se había hecho en los últimos catorce años y que sólo podía resolver ese anciano que ahora venía a visitarle.

-“Señor Preciado, preguntan por usted”, le dijo desde la puerta uno de los empleados del hotel.
-“Que pasen, que pasen”, dijo apresurado mientras se incorporaba del cómodo sillón en el que llevaba diez minutos pensando en qué iba a pasar. Desde ya iba a empezar a resolver sus dudas. No podía evitar los nervios.

Vio aparecer por la puerta la figura del que había sido su presidente, bueno su máximo accionista porque no ostentaba ese cargo, aunque todo el mundo sabía que ejercía de presidente plenipotenciario y, si no, ya se encargaba él de recordárselo de palabra o de hecho.
Pedro estaba mayor, pero tenía buen aspecto aunque le costaba andar con el paso firme de antaño. Por eso entró acompañado por una joven, debía ser su nieta porque tenía sus rasgos. Sí, era la joven de la llamada telefónica y así se identificó. Hablaba rápido, casi de manera atropellada. En unos segundos liquidó la presentación formal, recordó que habían hablado por móvil y se despidió.
-“Bueno yayo, estoy fuera, avísame para lo que sea”, le dijo a Pedro Villarroel mientras este asentía gestualmente.
-“Encantado de conocerle Manolo. También estaré fuera para usted si necesitara algo”, dijo divertida con una bonita sonrisa que desapareció mientras cerraba la puerta del reservado.

Su salida aceleró la situación porque, de repente, ahí estaban catorce años más tarde, cara a cara, Pedro Villarroel y Manolo Preciado, los artífices del ascenso a Primera División del Levante en 2004. Luego habían llegado tres ascensos más, pero ninguno como aquel, el deseado, el que vio la luz 41 años después del anterior. Fue el de Jerez, el que nunca olvidaría nadie, ni los que estuvieron en Chapín, ni los que lo disfrutaron en Valencia. El de la fiesta interminable, el del penalti de Rivera, el del golazo de Reggi a Unanua, el de las lágrimas desatadas, el de la fiesta en el Byron, el que recompensaba a varias generaciones de levantinistas que vivían hasta entonces sin saber qué era un ascenso. Fue, sin duda, el día más feliz de los 109 años de historia de la entidad, una entidad poco acostumbrada a los días felices.

-“¿Qué tal Pedro”, rompió el hielo Manolo mientras le mostraba el sillón para que Pedro se sentara delante suyo.
-“Bien, bueno, ya lo ves, hecho un abuelo, con todas las cosas propias de la edad, pero funcionando”, contestó con una medio sonrisa Villarroel.
Esa mueca de complicidad hizo que Manolo se relajase un poco. Lo tradujo como un síntoma de que su ex presidente venía en son de paz. Lo cierto es que no había motivo para cualquier otra cosa, pero nunca se sabía cuando se trataba de Villaroel.
Manolo le preguntó si quería tomar algo, aunque con la botella de agua que había en la mesita auxiliar se apañaron.

-“No, gracias, he desayunado hace poco, me pondré un vaso de agua”, dijo Villarroel mientras Preciado ya le estaba llenando el vaso.
-“Manolo, vengo a pedirte perdón”, le dijo de sopetón.
-“Perdón, ¿por qué?”, peguntó Manolo, que para nada se esperaba eso y menos a las primeras de cambio. Estaba hasta un poco avergonzado, no porque no mereciera esa petición de perdón sino porque que le llegara ahora y de esa persona casi le hacía sonrojar.

-“Debería habértelo pedido hace muchos años, de hecho lo que debería es haberte renovado en 2004, que siguieras en el Levante después de conseguir el ascenso”, prosiguió.
-“Bueno, no te preocupes, aquello pasó hace ya mucho”, intentó suavizar Preciado aunque Villarroel no lo necesitaba.
-“Ya, pero fue un error histórico del que no me di cuenta hasta muchos años más tarde. Uno de mis múltiples errores, pero posiblemente el más grave. Y lo fue porque muchísima gente me dijo que no lo hiciera y, cuánto más me lo decían, más me reafirmaba en mi decisión de tirarte. Lo siento Manolo, pero yo era así y creo que, aunque te lleguen tan tarde, mereces mis disculpas. Las mereces tú y las merece el Levante”. El ex mandatario descansó y sorbió agua.

-“De acuerdo Pedro, las acepto, aunque insisto en que no eran necesarias. De aquello ya nadie se acuerda…”.
-“Me acuerdo yo”, le interrumpió Villarroel. “No sabes cuántas veces he pensado en aquello, en qué habría sido del Levante contigo ahí, en la cantidad de dinero que gasté buscando a otro como tú, jugadores como los que tú me decías… fue el principio del fin porque pocos años después… ya sabes, el descenso, las deudas, la Ley Concursal…”.
-“¿Y por qué lo hiciste Pedro? ¿Por qué no quisiste que siguiera? Si yo estaba encantado, te costaba menos que cualquier otro entrenador…”.
-“No fue un problema de dinero, eso lo sabes. Celos, Manolo, fueron los celos, así de simple. Aquel ascenso era mío y nadie me lo reconocía. Todo era Preciado por aquí, Preciado por allá y yo qué. Había construido esa plantilla, te había firmado a ti, me había gastado muchísimo dinero en el Levante durante veinte años, había estado ahí en los peores momentos de Segunda B y nadie me reconocía nada. No lo soportaba y lo pagaste tú”.

-“Pero sabes que yo siempre hablaba de ti cuando había que repartir flores, porque era lo justo, lo creía y la gente lo sabía…”.
-“¡Qué van a saber! ¿No viste que me pitaron cuando salí a hablar al balcón del Ayuntamiento? ¡A mí, que lo había puesto todo para que estuvieran allí! Me pitaron Manolo, la gente no me quería y sólo cantaban “Preciado quédate”. Fue tu sentencia porque, cuanto más lo decían más claro tenía yo que te ibas. Lo siento, era irracional y pagaste tú los platos rotos”.
-“¿Querías demostrar que tú eras la piedra angular del éxito y que daba igual el entrenador que estuviera porque tú eras la solución?”, preguntó Preciado sabedor de lo afirmativo de la respuesta.
-“Más o menos”, dijo más calmado Villarroel, “por eso he venido a pedirte perdón, como me gustaría pedírselo a Mané, pero como ya no entrena no he podido ir a verlo…”, volvió a medio sonreír Pedro.

“Bueno, tampoco fue para tanto, de hecho volvisteis a ascender dos años después, sin mí, no creo que yo fuera tan importante…”, intentó desdramatizar Preciado.
-“¿Sabes lo que me costó ese segundo ascenso? Pues el doble que el primero, mantuvimos la plantilla de Primera y gastamos en primas… una barbaridad Manolo, después seguí gastando, una locura Manolo y llegó la crisis económica y aquel desfase en el presupuesto se convirtió en un agujero brutal y nadie nos ayudó Manolo, ni las instituciones, ni los empresarios, ni la prensa…”.
-“Siempre igual Pedro, ¿no te das cuenta? ¿Crees que todo el mundo estaba en contra tuya? ¿Qué todos eran antilevantinistas? No era así Pedro, tú fuiste alejando a todos, no querías a nadie a tu lado que te pudiera hacer sombra, mira lo que hiciste con Antonio Blasco”, replicó ya serio Preciado.

Pedro guardó silencio unos segundos y asintió. “Tienes razón, al menos en lo de Antonio, él también pagó mi frustración, pero era injusto que, después de tantos años estando yo ahí dando la cara él pasase a la historia como el presidente del ascenso…”.
-“¿Pero no te das cuenta de que eso era bueno? Si Blasco era el presidente del ascenso y yo el entrenador del ascenso era porque tú nos habías puesto. Era mérito tuyo traernos o colocarnos en el sitio adecuado. Nunca supiste delegar, ni siquiera valorar tus propios méritos”.
-“Es cierto, yo os traje, por eso quería que la gente me lo reconociera y no era así. Me odiaban Manolo…”.
-“No hombre no, podías no caerles bien, pero odiarte no. Piensa que tampoco tú les diste nada para que te quisieran más” –Manolo pensó aquí que quizás estaba siendo demasiado duro con alguien que había ido a pedirle perdón, pero siguió- “Te pidieron que yo siguiera, también lo hizo toda la plantilla y tú hiciste todo lo contrario, es difícil que la gente te apreciara, ¿no crees?”.
-“Así es, pero yo siempre pensé en ellos Manolo, les traje a Mijatovic, a Amato, a Luyindula, a Savio...”.
-“Pero eso no es lo que querían Pedro, ¿aún no te has dado cuenta? La gente del Levante se identificaba con Descarga, con Diego Camacho, con Alexis...cuando yo llegué aún me hablaban de Paco Salillas, de Kaiku, no te diste cuenta de que tu afición es humilde y trabajadora y se ve reflejada en jugadores humildes y trabajadores, si luego crecen y se convierten aquí en buenos futbolistas como Rivera mejor, pero eso de traer a Dehu, Riganò, Cirillo, Arveladze, Mjallby…”.
-“Ya, ya, es cierto Manolo, pero también me di cuenta tarde, muy tarde… y encima el dinero que me costaron, me tomaron el pelo Manolo, no sabes cuánta gente se hizo millonaria a costa mía”.
-“Me lo imagino. Cuando me enteraba de lo que cobraban esos futbolistas alucinaba, ahí empecé a explicarme la enorme deuda que dejaste. ¿No te diste cuenta Pedro? Estuviste a punto de hacer desaparecer el club”.
-“Lo sé y no sabes lo que sufrí cuando fui consciente de la situación. Pero gastas y gastas y piensas que gastando más ganarás y todo se arreglará porque llegarán ingresos… pero nunca vinieron, no nos recalificaron el estadio, no había comprador. Yo me fui, pero sé que dejé una herencia complicada”.
-“¿Complicada? Pedro, casi matas al Levante. ¿Qué te fuiste? Pedro, estás siendo sincero, tú nunca te fuiste hasta que el enfermo era terminal y si tú seguías con las acciones iba a morir seguro”.
-“¿Quién te contó eso?”.
-“¡Todo el mundo lo decía! Estuve en Valencia en la fiesta del Centenario del Levante y todos coincidían en la misma explicación. Administradores, empleados, consejeros… todo el mundo lo decía y además lo seguí por la prensa, siempre he estado pendiente de lo que pasaba aquí, ¡joder Pedro, ésta era mi casa!”.
-“A mí no me invitaron a la fiesta del Centenario… tampoco iba a ir, pero ves como me odiaban”.
-“¿Invitarte? Pero si casi no llegan a los cien años por el desastre que dejaste, ¿para qué te iban a invitar?”.
-“¿Sabes que yo soñaba con ser el presidente del Centenario y tener entonces al equipo jugando competición europea?”.
-“Lo sé, lo dijiste alguna vez”.
-“Todo cuadraba Manolo, cuadraba cuando tú lograste el ascenso. El año siguiente debía ser el de la consolidación, ir creciendo año a año y entrar en la UEFA en 2008, ése era mi plan, pero vino el inútil de Schuster…”.
-“Vino no Pedro, lo trajiste tú. Además, no creo que fuera tan inútil, luego entrenó al Real Madrid, ganó la liga, jugó la UEFA con el Getafe… sabes Pedro, ése fue tu gran problemas, querías saber más de entrenador que cualquier entrenador, más de secretario técnico que cualquier secretario técnico… y de le que debías saber era de presidente que es lo que eras. Deberías haberte fijado en los mejores presidentes y aprender, era simple, se trataba de administrar los pocos recursos que había, no malgastar un euro, contratar  buenos profesionales y delegar en ellos”.
-“Es posible Manolo, es posible que ése fuera mi pecado…”.
-“Lo que no puede ser Pedro es que no te pareciera bien ningún entrenador y luego triunfaran la mayoría, no hablo de mí, hablo de Juande Ramos, de Mané, de Abel Resino, de Oltra…”.
-“He tenido de todo, a algunos de ésos les tuve que comprar yo los partidos para que ganaran…”.
-“Lo ves Pedro, ése es tu problema, que te creías el centro de todo, capaz de comprar partidos. Si podías hacer eso ¿cómo es posible que descendierais dos veces de Primera? Haber comprado más partidos, ¿no? Lo que ocurría es que los listillos que te rodeaban, aduladores y pelotas Pedro, te mentían, te decían que compraban tal o cual partido y a saber adónde iba a parar ese dinero. Me contaron que eso mismo pasó con el filial, ¿no?”.
-“Algo sucedió sí, nos jugábamos el ascenso con el Vecindario, lo dejé en manos de ciertas personas, me aseguraron que estaba todo controlado y…”.
-“Y qué Pedro, no subisteis, te mintieron, como tantas otras veces. El fútbol no funciona así y los que te rodeaban y se aprovechaban de ti sólo te hacían creer que tú eras capaz de arreglarlo todo, de controlarlo, de comprar y vender, que todos los demás éramos prescindibles y sabes para qué, pues para cambiar continuamente de jugadores y entrenadores porque así a ellos siempre les quedaba dinero por el camino, ¿no te diste cuenta?”.
-“No era exactamente así…”.
-“¿No? Pero si cedíais jugadores pagándoles casi toda la ficha que eran mucho mejores que los que os traíais… estabais para descender y teníais cedido pagándole a Diego Camacho, a Carmelo, a Juanra, a Nagore, a Juanma…no recuerdo a todos, pero yo estaba en Gijón y me tiraba de los pelos, no me lo explicaba, bueno sí me lo explicaba, era porque esa gentuza se aprovechaba de ti y del Levante para enriquecerse”.

Pedro guardó silencio, sabía que todo aquello era cierto, muchos se lo habían dicho hacía años, pero no quiso escucharlos.
Tocaron a la puerta, era el segundo entrenador del Racing:
-“Buenos días, perdonen, míster, tenemos el paseo en diez minutos”, le dijo a Preciado tal y como habían acordado.
-“Hoy no saldré Rafa. Llévate tú a los chicos y que no se te pierda ninguno”, le dijo Manolo con su habitual buen humor.
-“Ok míster, nos vemos luego, a la una tenemos sesión de vídeo”. Y cerró la puerta dando paso a la segunda parte de la conversación.

Pedro estuvo a punto de rendirse y aprovechar para marcharse. “Si tienes que atender al equipo lo entiendo, me voy ya Manolo, no quiero distraerte que ya lo he hecho bastante”, le dijo.
-“No, que va, si muchas veces no salgo de paseo con el equipo”, mintió Preciado para seguir con aquella charla.

El ambiente se había relajado un poco, varias preguntas intrascendentes sobre algunos futbolistas del Racing que le gustaban a Pedro y el habitual deseo granota: “Esta noche tienes que ganarle a los chotos”. “Ojalá Pedro, pero andan bien eh y eso que tienen a Oltra de entrenador, otro que no te valía…”.
-“No es que no valiera, creo que le di el primer equipo demasiado pronto… lo tiré y logramos el ascenso, no fue tan mala decisión”.
-“Sí, lo tiraste y lograsteis el ascenso con Mané… y también lo tiraste. No te valía ninguno Pedro, no aprendías”.
-“La gente no quería a Mané…”.
-“A mí sí y me tiraste igual…”.
-“Es cierto”, sonrieron los dos. “Sabes Manolo, también quiero pedirte perdón por otra cosa”.
-“Dime”.
-“Cuando falleció tu hijo no fui al entierro…”.
-“Por favor Pedro, no te preocupes por eso, de verdad…”, le interrumpió Preciado.
-“Sí, sí me preocupo. Quería ir, pero después de lo que te había hecho, no renovándote… no sé, no me vi con moral para ir, pero lloré por ti Manolo, tuvo que ser durísimo”.
-“Sí, lo fue, pero hay que levantar cabeza. Sabes, vino todo el mundo del Levante, fue increíble, yo no era consciente de nada, pero luego me di cuenta de que todos habían estado allí. Jugadores que interrumpieron sus vacaciones, amigos que vinieron desde Valencia, empleados del club, consejeros… nunca lo olvidaré”.
-“Y yo no estuve”.
-“Bueno, pero estás aquí ahora, es lo que cuenta Pedro. Todos nos equivocamos y el problema es no darse cuenta antes o después para no repetir el error o, al menos, disculparse. Y tú has venido a eso y a mí me vale Pedro”.
-“También quise llamarte cuando ganaste la Copa”, cambió de tercio Villarroel para sacudirse de encima todo para lo que se había acercado al hotel de Las Arenas aquella mañana lluviosa de diciembre.
-“Ahí no sé si te lo habría cogido porque me llamó media España”, bromeó Preciado para cambiar el tono triste del anterior diálogo. –“Fue una locura, no veas como es el Atlético, la gente que moviliza, el sentimiento que tienen”.
-“Tu único título, ¿no? Es una pena que en el fútbol sólo gane un equipo o dos al año. Es injusto repasar trayectorias y que tan pocos entrenadores tengan títulos, pero es que o vas a un grande o no ganas nada”.
-“Sí, sólo he ganado esa Copa del Rey con el Atlético de Madrid, pero para mí, el ascenso con el Levante, el del Spoting, mantenerlo en Primera o jugar la UEFA con el Deportivo equivalen igualmente a un título. Además Pedro, te digo una cosa, después de tantos años el palmarés, el dinero… me dan igual. Me quedo con los amigos que he hecho en la vida, con todo lo que me ha dado el fútbol, con haber convivido junto al Brujo Quini, con el cariño de todas las aficiones que he tenido… hay entrenador con muchos títulos a los que sus seguidores, los que han trabajado con ellos, sus propios ex jugadores no quieren ni ver y yo no me cambio por ellos”.
-“Cuando dejé la presidencia del Levante me di cuenta de quiénes eran mis amigos de verdad Manolo. ¿Sabes cuándo lo noté? En Navidad. Antes llegaba el día 24 o el 31 y recibía cientos de sms de entrenadores, jugadores, representantes… y luego, nada de nada. Tienes razón, al final lo importante es lo importante, mi mujer, mis hijas, los nietos…”.
-“No te puedes quejar, tienes una nieta preciosa y encima se le ve encantada contigo”.
-“Es un cielo y sabes qué es lo mejor. Que no le gusta el fútbol y no me pregunta por el Levante, por lo que pasó, por lo que dice la gente… es otra vida, la que me perdí en los 25 años que le dediqué al Levante para nada”.
-“Para nada tampoco Pedro, tú lo disfrutaste, te gustaba ejercer, viajar, fichar... tuviste un privilegio que muy pocos tienen en su vida, el de formar parte de tu pasión, controlarla, intervenir…y equivocarte, pero equivocarse es parte del juego, de la vida. Se trata de levantarse, volver a intentarlo, volver a equivocarse, pero equivocarse mejor”.
-“Yo no fui capaz de rectificar, de hacer las cosas mejor”.
-“Sí, pero aquí sólo fracasa el que no lo intenta y tú lo intentaste, te dejaste dinero, años de vida, salud… y las cosas no fueron bien, pero peor hubiera sido que tú no hubieras estado ahí. Quizás el Levante nunca habría llegado a Primera sin ti”.
-“Es posible, siempre lo pensé pero nunca lo dije en público, con la fama de soberbio que yo tenía sólo me hubiera faltado decir eso…”.
-“Sabes Pedro, cuando vine a los actos del Centenario mucha gente me habló de ti, de que debías estar ahí porque eras para bien y para mal parte de la historia, que habías sido protagonista casi de un cuarto de los años de vida del Levante. Muchos intervinieron, unos pocos teníamos el cariño de la gente, pero protagonistas reales para bien o para mal durante tanto tiempo… tú y pocos más”.
-“¿Qué tal fue la fiesta del Centenario? Vi algo por la tele y lo poco que leí en prensa, pero en el estadio tuvo que ser otra cosa, ¿no?”.
-“Fue preciosa Pedro, fue la noche del pueblo porque el Levante fue, es y será el equipo del pueblo. La gente más que aplaudir, lloraba, eso me llegó, yo también lloré de ver a tanta gente con lágrimas en la grada. Cuando salieron los jugadores del ascenso, de nuestro ascenso, creía que el estadio se caía Pedro, no fue una ovación fue una entrega absoluta, una rendición de todas aquellas almas que seguían agradeciéndonos aquello cuando los agradecidos éramos nosotros. Lloraban Pedro, nos miraban y lloraban. Nunca viví algo así, miraba a mi lado y también lloraba Tito y Sérvulo y Félix y Jesule y Descarga y el cabezón Aganzo y Limones… hasta Jofre”.
-“Bonito Manolo, bonito y merecido”.
-“De todo aquello algo también te tocaba a ti”.
-“Quizás, pero tuve mi justo castigo Manolo, yo rompí ese equipo, esa comunión de jugadores y afición contigo y lo pagué con la soledad y el desdén de toda esa gente”.
-“Bueno, no le des más vueltas, a la gente que vaya viendo y me pregunte le diré que has pedido perdón por aquello”, dijo Preciado dibujando la enésima sonrisa bajo su bigote.
-“No creo que te pregunten por mí”, replicó Pedro.
-“Lo que no creo es que se creyeran que te has disculpado…”. Los dos sonrieron mientras tocaban otra vez a la puerta.
De nuevo el segundo entrenador reclamaba la presencia de su primero. –“Míster, tenemos el vídeo en diez minutos y tengo que comentarle un par de cosas”.
Por la puerta abierta asomó también la nieta de Villarroel. –“¿Cómo va eso yayo? Tenemos que ir yéndonos”.

Los dos protagonistas del ascenso de 2004 se levantaron y recorrieron los siete metros que les separaban de la puerta. Manolo rodeó con su brazo el hombro de su ex presidente durante el trayecto. Salieron fuera, en el hall había poco movimiento y se despidieron porque Villarroel vio que los futbolistas del Racing empezaban a aparecer por los pasillos que bajaban de sus habitaciones para ir a la sesión de dvd.
-“No te entretengo más Manolo que tienes faena. No quiero que luego me culpes a mí si no ganas el partido”, bromeó.
-“Qué va, la culpa siempre es de los entrenadores…”, siguió la broma Preciado.
-“No olvides que todo levantinista tiene la obligación de ganarle a los chotos”, le dijo Pedro mientras le tendía la mano para despedirse.
-“No lo olvido. Nunca olvido al Levante”, dijo más serio Manolo mientras abría sus brazos para abrazar al que había sido su valedor, su presidente, su jefe, su verdugo.
-“Suerte Manolo”.
-“Gracias Pedro y muchas gracias por venir”.
-“Era lo justo, un poco tarde, pero más vale tarde…”.
-“Espero verte cuando vuelva a Valencia la próxima temporada”.
-“Será si tienes equipo, que algún día se darán cuenta de que no eres tan buen entrenador y dejarás de engañar a los presidentes para que te fichen”, dijo Villarroel sonriendo mientras se encaminaba hacia la puerta junto a su nieta.
-“Calla, calla, que no se enteren que tengo que seguir engañando unos añitos más”, zanjó la conversación Preciado mientras lo veía alejarse.

Miguel Ángel Vara
(Director del diario AS en Valencia en 2009)

Publicado en el libro Tus colores son los míos de la colección oficial de Libros del Centenario del Levante UD (2010).

































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